SIN NOVEDAD EN GAZA

"Mirad, no tengo rostro. Lo que exhibo es la cara del instante. Si el escritor es un extranjero, es precisamente porque, para manifestarse, toma del lenguaje su rostro" - Edmond Jabès

Cada día hay muertos en Gaza y cada día podríamos hacer una portada con el vídeo que ilustraba este martes la edición digital o con la fotografía que protagoniza hoy la portada de papel. La única diferencia es que estas víctimas no son ciudadanos palestinos, sino un grupo de trabajadores humanitarios de World Central Kitchen que acudieron como voluntarios a Gaza para ayudar a transportar alimentos a una población que se muere de hambre. Un convoy plenamente identificado con el logotipo de la oenegé fue atacado por un dron israelí que causó la muerte de siete trabajadores, cuatro extranjeros y tres palestinos. Beniamin Netanyahu, esta vez, sí admitió inmediatamente que fue un “ataque no intencionado” de su ejército. La Administración estadounidense se despachó con unas declaraciones en las que exigía “una investigación imparcial, rápida y minuciosa”.

En una inusual rápida asunción de responsabilidad, el primer ministro israelí, Beniamín Netanyahu, admitió ayer la autoría del "ataque involuntario", aunque justificó el error: "Esto sucede en tiempos de guerra". Hoy José Andrés parece que responda al mandatario israelí en su artículo en el periódico neoyorquino, titulado Let de people eat (Dejar que la gente coma).

"Las siete personas que murieron en una misión de World Central Kitchen en Gaza el lunes (...) no carecen de rostro ni de nombre. No son trabajadores humanitarios genéricos ni daños colaterales en la guerra", dice el chef español. Según la oenegé, los siete trabajadores son el palestino Saifeddin Issam Ayad Abutaha, la australiana Lalzawmi (Zomi) Frankcom, el polaco Damian Soból, el canadiense-estadounidense Jacob Flickinger y los británicos John Chapman, James Henderson y James Kirby,"que lo arriesgaron todo por la actividad más fundamentalmente humana: compartir nuestra comida con los demás", escribe Andrés. 

Es cierto que no debemos generalizar y poner en el mismo nivel a Netanyahu y a su Gobierno de coalición formado por “extremistas mesiánicos y supremacistas judíos” –por utilizar la expresión del exministro de Exteriores israelí Shlomo Ben Ami en su artículo publicado este martes en La Vanguardia –, con la consideración que nos merece el Estado de Israel. Pero si la sociedad israelí y sus antenas en todo el mundo no acaban reaccionando, la imagen de la nación judía va a quedar muy maltrecha y casi irrecuperable. Solo hace falta seguir la prensa internacional estos días y las movilizaciones que se van produciendo en distintas ciudades de todo Occidente en contra de la ocupación. Israel cada día está más solo.


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